Psicopatía y delincuencia femenina: aproximaciones desde la criminología

Psycopathy and Female Criminality: Criminological Approaches











|  Aura Itzel Ruiz Guarneros  |

Maestra en Criminología y Política Criminal, investigadora-asistente del Instituto Nacional de Ciencias Penales (inacipe) y miembro honorario de la Fundación Neurociencias Aplicadas al Derecho (fnad).

Correo electrónico: aura.ruiz@inacipe.fgr.org.mx

orcid: https://orcid.org/0000-0002-7406-9479

Psicopatía y delincuencia femenina: aproximaciones desde la criminología

Psycopathy and Female Criminality: Criminological Approaches


Aura Itzel Ruiz Guarneros

Instituto Nacional de Ciencias Penales



Revista Mexicana de Ciencias Penales /  Número 27 /  Año 9   septiembre-diciembre 2025

  Paginación de la versión impresa: 73-100

Psicopatía: biología y cultura

  Recepción: 05/06/2025

  Aceptación: 20/08/2025

  DOI: https://doi.org/10.57042/rmcp.v9i27.949

e-ISSN: 2954-4963

creative  Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución 4.0.

Resumen

El estudio de la psicopatía ha recibido mucha atención en el ámbito de la criminología y la psicología. Si bien tradicionalmente se ha abordado desde una perspectiva masculina, la investigación ha reconocido cada vez más la necesidad de comprender la psicopatía en las mujeres, especialmente en entornos como los penitenciarios. Las mujeres que se encuentran en prisión por delitos violentos a menudo presentan perfiles distintivos que difieren de los de sus homólogos masculinos. Este artículo explora la relación entre las mujeres y la psicopatía en entornos penitenciarios, haciendo hincapié en los factores subyacentes que contribuyen a la conducta delictiva femenina.

Palabras clave

Psicopatía, mujeres, prisión, delito y criminología.


Abstract

The study of psychopathy has received much attention in the field of criminology and psychology. While traditionally approached from a male perspective, research has increasingly recognized the need to understand psychopathy in women, especially in settings such as prisons. Women in prison for violent offenses often present distinctive profiles that differ from their male counterparts. This article explores the relationship between women and psychopathy in prison settings, emphasizing the underlying factors that contribute to female criminal behavior.

Keywords

Psychopathy, women, prison, crime and criminology.


Sumario

I. Introducción. II. Etiología de la psicopatía. III. Delincuencia femenina: un panorama distinto. IV. Reflexión final. V. Referencias.


“La psicopatía en mujeres ha sido invisibilizada en gran parte de la literatura científica, lo que ha generado un sesgo androcéntrico en su evaluación y comprensión”.

(Warren et al., 2003, p. 120)


I. Introducción


La psicopatía es un constructo complejo y a menudo malinterpretado, que durante décadas ha captado la atención de criminólogos, psiquiatras, psicólogos y medios de comunicación —que, con frecuencia, la asocian con el crimen violento y asesinos seriales—; sin embargo, la psicopatía contiene matices que requieren una exploración más exhaustiva. Los antecedentes de la psicopatía reflejan un avance significativo en cómo se ha definido, interpretado y tratado a lo largo del tiempo. A continuación, en la tabla 1 se detallan:


Tabla 1. Evolución del constructo psicopatía

Antigüedad y Edad Media

  • Época Antigua: aunque no se usaba el término psicopatía, se hablaba de comportamientos violentos, inmorales o crueles como si fueran posesiones demoníacas, castigos divinos o una corrupción moral.
  • Edad Media: Las conductas antisociales eran vistas como pecados o brujería, y se trataban con penitencias o castigos.

Siglos xviii-xix: Primeros enfoques médicos

  • 1790. Philippe Pinel (Francia): Describe la “locura moral” (manie sans délire), que se refiere a personas con conductas violentas, pero sin delirio ni pérdida de razón.
  • 1835. James Cowles Richard (Reino Unido): Introduce el término locura moral, refiriéndose a personas que carecen de empatía, son impulsivas y manipuladoras, pero no delirantes.
  • Finales del siglo xix: Comienza a hablarse de degeneración moral congénita, donde se considera que el individuo tiene un defecto innato en su carácter.

Siglo xx: Nacimiento del concepto moderno de psicopatía

  • 1900–1930. Emil Kraepelin y Kurt Schneider clasifican diferentes tipos de personalidades psicopáticas en la psiquiatría alemana.
  • 1941. Hervey Cleckley publica The Mask of Sanity, donde define 16 características del psicópata, como el encanto superficial, el egocentrismo, la mentira patológica y la falta de remordimiento. Esta obra es fundamental en el estudio de la psicopatía moderna.
  • 1950–1970. La psicopatía se investiga más en el contexto forense y se diferencia de otras enfermedades mentales: el psicópata sabe lo que hace, pero no le importa.

Finales del siglo xx: Psicopatía vs. Trastorno antisocial

  • 1980. El dsm-III introduce el Trastorno de Personalidad Antisocial (tpa), que se centra en conductas delictivas y antisociales. Se diferencia de la psicopatía, que también incluye rasgos emocionales como la falta de empatía.
  • 1990. Robert Hare desarrolla la pcl-r (Psychopathy Checklist–Revised), una escala de diagnóstico usada en contextos forenses para evaluar psicopatía con 20 ítems.

Siglo xxi: Nuevas perspectivas.

Actualidad (2000–2025

  • Avances en neurociencia muestran diferencias cerebrales (amígdala, corteza prefrontal) en personas con rasgos psicopáticos.


Fuente: Elaboración propia a partir de Horley, 2014; Arrigo y Shipley, 2001.


Durante el siglo xx, los avances en la psiquiatría y la psicología llevaron a una mayor profundización en el estudio de la psicopatía. Uno de los hitos más significativos fue la publicación en 1941 del libro Psychopathy: A Clinical Study, de Hervey Cleckley, en el que se desarrollaron criterios clínicos para la psicopatía. Cleckley describió a los psicópatas como aquellas personas que, a pesar de su aparente normalidad, carecen de sentimientos genuinos, por lo que muestran una notable habilidad para manipular y engañar a los demás. Su trabajo sentó las bases para el desarrollo de herramientas diagnósticas.

A partir de ello, la psicopatía se identifica principalmente como un trastorno de la personalidad caracterizado por un patrón generalizado de comportamiento desadaptativo, desapego emocional y dificultades interpersonales (Hare, 1991). La herramienta más comúnmente referenciada para la evaluación y el diagnóstico de la psicopatía en entornos forenses es la Psychopathy Checklist-Revised (pcl-r) (Hare, 1991 y 2003) y posteriormente la versión para adolescentes, la Psychopathy Checklist: Youth Version (pcl: yv) (Neumann et al., 2006), que clasifica a las personas con base en una serie de rasgos (véase tabla 2).


Tabla 2. Listado de los 20 ítems que integran la pcl-r

  1. Facilidad de palabra / Encanto superficial.
  2. Egocentrismo / Sensación grandiosa de la autovalía.
  3. Necesidad de estimulación / Tendencia al aburrimiento.
  4. Mentira patológica.
  5. Dirección / Manipulación.
  6. Falta de remordimiento y culpabilidad.
  7. Escasa profundidad de los afectos.
  8. Insensibilidad / Falta de empatía.
  9. Estilo de vida parásito.
  10. Falta de control conductual.
  11. Conducta sexual promiscua.
  12. Problemas de conducta precoces.
  13. Falta de metas realistas a largo plazo.
  14. Impulsividad.
  15. Irresponsabilidad.
  16. Incapacidad para aceptar la responsabilidad de las propias acciones.
  17. Varias relaciones maritales breves.
  18. Delincuencia juvenil.
  19. Revocación de la libertad condicional.
  20. Versatilidad criminal.


Fuente: Hare, 2013, p. 15.


Aunque la psicopatía no figura oficialmente en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (dsm-5) como uno distinto, se conceptualiza bajo el criterio del Trastorno de Personalidad Antisocial (tap). Sin embargo, no todas las personas con tap cumplen con los criterios de psicopatía, lo que marca una distinción esencial; por ello, la relación entre psicopatía y criminalidad es compleja y multifacética.

Entre las características de la psicopatía se encuentra que las personas que exhiben rasgos psicopáticos a menudo muestran patrones emocionales y conductuales específicos. La desregulación emocional está ausente; más bien, hay una incapacidad o falta de voluntad para experimentar empatía. Esta ausencia se extiende a sus relaciones interpersonales, en las que pueden participar en comportamientos manipuladores destinados a lograr sus objetivos sin considerar los sentimientos de los demás. Un estudio reciente indicó que los individuos con psicopatía a menudo experimentan un rango limitado de emociones, lo que los lleva a formar relaciones superficiales (Hare, 2003).

Por otro lado, la psicopatía abarca una gama de tendencias conductuales. Los psicópatas son típicamente impulsivos, buscadores de emociones y propensos a participar en comportamientos de riesgo (Smith y Newman, 1990). Tal impulsividad, combinada con una falta de previsión, puede llevar a la criminalidad, al abuso de sustancias y a otras decisiones de vida perjudiciales, lo que convierte a la psicopatía en un área de preocupación importante dentro de la criminología.

Para entender la psicopatía, es clave diferenciarla de otros trastornos psicológicos similares que comparten ciertos rasgos de desregulación conductual, emocional, pero presentan diferencias clínicas relevantes. Mientras que el tap abarca una gama más amplia de comportamientos y actitudes antisociales, la psicopatía limita su enfoque a rasgos específicos de la personalidad.

La distinción principal radica en que las personas con psicopatía carecen de un conjunto de características interpersonales y conductuales, como el desapego emocional, la insensibilidad, la irresponsabilidad, la manipulación y la impulsividad; “mientras que las personas con tap aún pueden experimentar emociones, pero comportarse de maneras socialmente inapropiadas, que frecuentemente violan normas sociales y las expectativas morales” (Blair, 1995, p. 570).

Otra condición relacionada es el trastorno límite de la personalidad (tlp), que implica una intensa inestabilidad emocional, impulsividad y relaciones problemáticas. Si bien ambos trastornos exhiben rasgos impulsivos, las personas con tlp tienden a experimentar respuestas emocionales extremas, es decir, se caracterizan por un patrón generalizado de inestabilidad en las relaciones interpersonales, la autoimagen, las emociones y la impulsividad (American Psychiatric Association, 2013), mientras que aquellas con psicopatía muestran desregulación emocional1 y manipulación.


II. Etiología de la psicopatía


La etiología de la psicopatía sigue siendo una fuente de controversia entre los investigadores, que involucra una interacción de factores genéticos, neurológicos, ambientales, sociales y de personalidad. Los estudios indican los siguiente:


a. Factores biológicos


En primer lugar, la investigación indica que el aspecto genético juega un papel significativo en el desarrollo de la psicopatía. Por ejemplo, estudios realizados en gemelos sugieren que los factores genéticos explican aproximadamente el 50 % de la varianza en los rasgos psicopáticos (Viding et al., 2005). Sin embargo, en las últimas décadas, la psicopatía ha dejado de ser analizada únicamente desde perspectivas genéticas, para contemplar un enfoque más integral que incluye la neurociencia. Este campo ha permitido observar y comprender los procesos cerebrales que subyacen a los rasgos característicos de las personas psicopáticas (véase tabla 3).


Tabla 3. Áreas cerebrales y su relación con la psicopatía

Área cerebral

Función principal

Alteración en la psicopatía

Amígdala

Se encarga de procesar emociones como el miedo, la empatía, la agresión y el reconocimiento del sufrimiento ajeno.

Disminución de tamaño y actividad: baja empatía, insensibilidad al miedo, frialdad emocional.

Corteza prefrontal ventromedial

Se encarga de la toma de decisiones morales, la regulación emocional y el juicio social.

Disfunción: decisiones inmorales, impulsividad, falta de remordimiento.

Corteza orbitofrontal

Se encarga de la evaluación de consecuencias, control de impulsos, motivación.

Déficit: comportamiento impulsivo, falta de planificación, conductas de riesgo.

Corteza cingulada anterior

Se encarga de monitorear errores y conflictos emocionales y sociales.

Actividad reducida: baja autorregulación, falta de conciencia moral.

Corteza insular

Se relaciona con la empatía, percepción del dolor propio y ajeno.

Déficits: indiferencia al sufrimiento ajeno.

Cuerpo calloso (anterior)

Facilita la comunicación entre hemisferios, integración emocional y cognitiva.

Cambios estructurales: reducción de empatía y emociones complejas.

Fascículo unciforme

Conecta la amígdala con la corteza prefrontal.

Menor conectividad: escasa integración entre emoción y razonamiento moral.


Fuente: Elaboración propia.


Gracias al avance de tecnologías como la resonancia magnética funcional (fmri) y la tomografía por emisión de positrones (pet), los científicos han logrado identificar ciertas características en áreas clave del cerebro. Estudios de neuroimagen han dilucidado todavía más los fundamentos neurológicos asociados con la psicopatía. Por ejemplo, la amígdala, una región cerebral crítica para procesar emociones como el miedo y la empatía, a menudo es estructural y funcionalmente diferente en individuos con rasgos psicopáticos (Brook et al., 2013).

Esto puede contribuir a los déficits emocionales característicos del trastorno, porque deteriora la capacidad de empatía y razonamiento moral. Además, la investigación de Kiehl (2006) indica que la activación reducida en la corteza prefrontal, asociada con la toma de decisiones y el control de impulsos, también se puede observar en psicópatas, lo que sugiere que los factores neurocognitivos son fundamentales para comprender dicho constructo.



b. Influencias ambientales


Aunque la genética tiene un papel fundamental, no podemos ignorar cómo los factores ambientales influyen de manera significativa en la manifestación de rasgos psicopáticos. La adversidad infantil, incluyendo abuso, negligencia y exposición a la violencia, se ha vinculado al desarrollo de la psicopatía. Un estudio longitudinal de McCrory et al. (2012) mostró que los niños expuestos a tales condiciones adversas exhibieron niveles elevados de rasgos insensibles, que están estrechamente asociados con la psicopatía en la vida posterior. Estos hallazgos subrayan la interacción entre los aspectos biológicos y los factores estresantes ambientales en la configuración de las características psicopáticas.

Asimismo, la influencia del estilo parental no puede pasarse por alto. Las investigaciones sugieren que los estilos de crianza autoritarios y negligentes contribuyen al desarrollo de rasgos psicopáticos en los hijos (Lykken, 1995). Los niños criados en entornos carentes de calidez y cuidado pueden recurrir a mecanismos de afrontamiento desadaptativos, lo que podría llevar a la manifestación de comportamientos psicopáticos. De manera similar, las influencias de los pares durante la adolescencia, en particular las asociaciones con pares criminales, pueden exacerbar o desencadenar tendencias psicopáticas latentes, lo que indica que el contexto social es parte integral de la etiología de la psicopatía (Dishion y Patterson, 1999).


c. Rasgos de personalidad y temperamento


El desarrollo de la psicopatía también se ve afectado por los rasgos de personalidad y el temperamento. Las investigaciones han señalado dimensiones específicas de la personalidad, como la baja amabilidad y el alto neuroticismo, que podrían ser precursores de los rasgos psicopáticos (Hare, 1991). Estos rasgos pueden aumentar la probabilidad de que las personas se involucren en comportamientos manipuladores y engañosos, que son características distintivas de la psicopatía. Cabe señalar que los niños que exhiben altos niveles de agresión e impulsividad en el desarrollo temprano tienen un mayor riesgo de desarrollar características psicopáticas más adelante en la vida (Frick, 2009).

Los factores temperamentales, como la dificultad para regular las emociones y la mayor sensibilidad al castigo, están estrechamente asociados con la psicopatía. Las personas que demuestran una falta de respuesta emocional a menudo se involucran en conductas de riesgo, lo que consolida aún más su camino hacia la psicopatía (Hare y Neumann, 2008). Este desapego emocional puede perjudicar el desarrollo del razonamiento moral y la empatía, componentes esenciales del comportamiento prosocial.


d. Contexto sociocultural


El entorno sociocultural también juega un papel sustancial en la etiología de la psicopatía. Las normas y valores sociales influyen en la aceptación o el rechazo de conductas asociadas con la psicopatía. En culturas que priorizan el individualismo y la competencia, puede haber una mayor tolerancia hacia conductas manipuladoras y egoístas, en comparación con las culturas colectivistas que enfatizan la comunidad y la armonía relacional (Shou, et al., 2017). Estos factores culturales pueden influir en la expresión de rasgos psicopáticos y su aceptación en una sociedad determinada.

Cabe señalar que el nivel socioeconómico y la exposición a la violencia comunitaria contribuyen significativamente al riesgo de desarrollar psicopatía. Los altos niveles de pobreza y la desorganización social pueden aumentar el estrés y crear entornos que fomentan conductas antisociales (Kivimäki et al., 2020). Las personas criadas en estos contextos pueden desarrollar estrategias de afrontamiento desadaptativas, lo que aumenta aún más la probabilidad de presentar conductas psicopáticas.


e. Perspectivas del neurodesarrollo


Un campo que está ganando terreno en el estudio de la psicopatía es el enfoque del neurodesarrollo, que resalta cómo el desarrollo temprano del cerebro influye en la manifestación de rasgos psicopáticos. Las condiciones prenatales y perinatales adversas, como el estrés materno, el abuso de sustancias durante el embarazo y el parto prematuro, se han asociado con un mayor riesgo de desarrollar rasgos psicopáticos en etapas posteriores de la vida (Van IJzendoorn y Bakermans-Kranenburg, 2012). Estas alteraciones iniciales pueden resultar en un desarrollo cerebral diferente al habitual, porque impactan las zonas encargadas del control emocional y el juicio moral.

Las investigaciones indican que la ventana de oportunidad para la intervención es particularmente crítica durante la primera infancia. Los programas de intervención temprana centrados en el entrenamiento de habilidades emocionales y sociales pueden mitigar el desarrollo de rasgos psicopáticos, lo que sugiere que el apoyo oportuno puede alterar la trayectoria de las personas en riesgo (Goddard et al., 2021). Estos hallazgos resaltan la importancia de integrar las consideraciones del neurodesarrollo en una comprensión más amplia de la psicopatía.


III. Delincuencia femenina: un panorama distinto


Uno de los conceptos más importantes que han surgido en la práctica forense y el derecho es la psicopatía. Es difícil exagerar el profundo efecto que este concepto ha tenido en la investigación y la práctica en psicología, psiquiatría y criminología. Mucho menos pronunciado ha sido el interés por comprender la posible relevancia y las implicaciones prácticas que este trastorno de la personalidad podría tener para comprender las conductas antisociales y los delitos cometidos por las adolescentes y mujeres.

Históricamente, la delincuencia femenina se ha pasado por alto en favor de narrativas dominadas por los hombres en torno al delito. Esta omisión es significativa, dado que las mujeres victimarias a menudo operan dentro de diferentes dinámicas socioculturales. Los estudios indican que las mujeres involucradas en actividades delictivas a menudo tienen antecedentes de trauma, victimización y desventaja socioeconómica (Belknap, 2007).

Dichos antecedentes pueden ser considerados factores que no solo contribuyen al desarrollo de trastornos de personalidad, sino que también inciden en su conducta delictiva. Ignorar estos datos perpetúa una visión individualista y patologizante del delito, puesto que se omiten las causas estructurales y de género que lo sustentan.

Uno de los desafíos más significativos en el estudio de la psicopatía en mujeres es la escasez de datos, ya que la psicopatía ha sido tradicionalmente asociada con conductas delictivas graves, especialmente en hombres. Sin embargo, en las últimas décadas ha aumentado el interés por estudiar su presencia en mujeres privadas de la libertad. A pesar de ello, los marcos teóricos y herramientas clínicas continúan reflejando un sesgo androcéntrico, pues invisibilizan las particularidades del trastorno en contextos femeninos.

La mayoría de los estudios sobre psicopatía han examinado a hombres con este trastorno y han asumido que las características principales y las expresiones conductuales del trastorno son transferibles a las mujeres, esto no tendría que ser así derivado de algunos puntos, en primer lugar, el sesgo de muestreo; en segundo lugar, el sesgo de género en la asignación diagnóstica de estos trastornos; y, por último, las variaciones en la presentación clínica de la conducta antisocial.

Si bien este es un tema importante, por razones clínicas y teóricas, hasta hace poco las posibles diferencias entre los sexos no habían recibido mucha atención científica. “La ausencia de una evidencia adecuada tiene implicaciones éticas cruciales para la práctica forense y penitenciaria” (Forouzan y Cooke, 2005, p. 774), por lo que es necesario determinar en qué medida el concepto de psicopatía (y, de hecho, las herramientas que la miden) difiere entre géneros.

Cale y Lilienfeld (2002) revisaron la evidencia de las diferencias de sexo y género en la psicopatía, y afirmaron que “los hombres y las mujeres difieren en los cursos de desarrollo de la psicopatía” (p. 1198). Los autores se basan en la literatura que ilustra las diferencias de género, por ejemplo, en los síntomas internalizantes o externalizantes, las diferencias en el tipo de conducta antisocial que exhiben, la tasa de prevalencia del diagnóstico de trastorno de conducta y la edad de inicio de los problemas de conducta y trastornos asociados. 

Existen razones para sugerir que la relación entre la psicopatía y la agresión podría ser diferente en las mujeres. La naturaleza y los motivos de la agresión perpetrada por las mujeres también difieren de los de los hombres (Archer, 2000). Las investigaciones indican que, si bien la psicopatía es menos frecuente en mujeres que en hombres, sigue planteando importantes preocupaciones en los entornos penitenciarios. Se supone que los psicópatas constituyen aproximadamente entre el 0.5 % y el 1 % de la población, mientras que entre el 20 % y el 25 % de la población penitenciaria cumple los requisitos para el diagnóstico (Hare, 2006; Neumann et al., 2006).

Se cree que los psicópatas son responsables de más de la mitad de todos los delitos graves. Esto se suma a la considerable devastación que causan en forma de daños físicos, psicológicos y económicos a las personas que han estado expuestas a ellos (Rosenqvist y Rasmussen, 2004). Algunas investigaciones han examinado la prevalencia de la psicopatía en mujeres (véase tabla 4).


Tabla 4. Investigaciones sobre mujeres y psicopatía

Investigación

Tópico

John Tully, Annalena Frey, Maria Fotiadou, Nathan J. Kolla y Hedwig Eisenbarth (2023). “Psychopathy in Women: Insights from Neuroscience and Ways Forward for Research”. CNS Spectrums, 28(2), pp. 120-132.

El artículo aborda la creciente conciencia sobre el impacto de la psicopatía femenina y la personalidad psicopática en los sistemas de salud y justicia penal, desde un enfoque de la psiquiatría y la neurociencia.

Sandy Sue Spormann, Andreas Mokros y Sabrina Schneider (2023). “Structural Differences in Psychopathy Between Women and Men: A Latent Modeling Perspective”. Forensische Psychiatrie, Psychologie, Kriminologie, (2), pp. 174-188.

El artículo proporciona una revisión cualitativa sistemática de la literatura pertinente sobre la invariancia de la medición entre hombres y mujeres para varias evaluaciones de psicopatía basadas en evaluadores y autoinformes.

Marina Pinheiro, Rui Abrunhosa Gonçalves y Olga Cunha (2024). “Emotional Processing and Psychopathy Among Women: A Systematic Review”. Deviant Behavior, 45(10), pp. 1366-1390.

El artículo realiza una revisión sistemática y tiene como objetivo abonar a la literatura el tema del procesamiento emocional en mujeres con rasgos psicopáticos.

Edelyn Verona y Jennifer Vitale (2018). “Psychopathy in Women: Assessment, Manifestations, and Etiology”. En Christopher J. Patrick (ed.), Handbook of Psychopathy (2.a ed., pp. 509–528). New York: The Guilford Press.

El artículo aborda el desinterés en el estudio de la psicopatía en mujeres.

Ted B. Cunliffe, Carl B. Gacono, Jason M. Smith, Aaron J. Kivisto, John Reid Meloy y Enna E. Taylor (2015). “Assessing Psychopathy in Women”. En Carl B. Gacono (ed.), The Clinical and Forensic Assessment of Psychopathy: A practitioner’s guide (pp. 167-190). New York: Routledge.

El capítulo explora las características específicas de la simulación asociadas con la psicopatía en mujeres.

Racahel Beryl, Shihnning Chou y Birgit Völlm (2014). “A Systematic Review of Psychopathy in Women Within Secure Settings”. Personality and Individual Differences, ٧1, pp. 185-195.

El artículo realiza una revisión sistemática, cuyo objetivo es sintetizar la evidencia existente sobre la prevalencia y la composición estructural de la psicopatía en mujeres en entornos seguros.

Edelyn Verona, Konrad Bresin y Christopher J. Patrick (2013). “Revisiting Psychopathy in Women: Cleckley/Hare Conceptions and Affective Response”. Journal of Abnormal Psychology, 122(4), pp. 1088-1093.

El artículo profundiza en la comprensión de los déficits afectivos en la psicopatía femenina, según la evaluación de la Lista de Verificación de Psicopatía Revisada (pcl-r). Cuarenta y ocho mujeres privadas de la libertad fueron evaluadas en un paradigma de sobresalto afectivo que implicaba la visualización pasiva de estímulos visuales emocionales y neutros.

Ana Seara-Cardoso, Helena Dolberg, Craig Neumann, Jonathan P. Roiser J. y Essi Viding (2013). “Empathy, Morality and Psychopathic Traits in Women”. Personality and Individual Differences, 55(3), pp. 328-333.

El artículo examina las asociaciones entre múltiples medidas de procesamiento empático y moral con las dos dimensiones de la personalidad psicopática en una muestra comunitaria de mujeres.

Rolf Wynn, Marita H. Høiseth y Gunn Pet-tersen (2012). “Psychopathy in Women: Theoretical and Clinical Perspectives”. International Journal of Women’s Health, 4, pp. 257–263.

El artículo enfatiza que las investigaciones previas sobre la psicopatía se han centrado principalmente en hombres. Solo unos pocos estudios han examinado si la psicopatía existe en mujeres y, de ser así, cómo se manifiesta el trastorno en ellas.

Caroline Logan y Ghitta Weizmann-Henelius (2012). “Psychopathy in Women: Presentation, Assessment, and Management”. En Helinä Häkkänen-Nyholm, Jan-Olof Nyholm (eds.), Psychopathy and Law. A Practitioner’s Guide. Singapore: Wiley-Blackwell.

El artículo examina las cuestiones de género que surgen al explorar el comportamiento y la estructura de la psicopatía en mujeres. Con una muestra de 138 mujeres privadas de la libertad, examina siete modelos estructurales y la comorbilidad de la psicopatía.

Mairead Dolan y Birgit Völlm (2009). “Antisocial Personality Disorder and Psychopathy in Women: A Literature Review on the Reliability and Validity of Assessment Instruments”. International Journal of Law and Psychiatry, 32(1), pp. 2-9.

El artículo presenta una revisión de estudios que analizan las tasas de tap y psicopatía, así como la fiabilidad y validez de los instrumentos de evaluación de estos trastornos en mujeres con base en las diferencias de género en los patrones sintomáticos.

Diana M. Falkenbach (2008). “Psychopathy and the Assessment of Violence in Women”. Journal of Forensic Psychology Practice, 8(2), pp. 212-224.

El artículo aborda las diferencias de género en las tasas de prevalencia y la expresión de rasgos para la psicopatía.

Tonia L. Nicholls, James R. Ogloff, Johann Brink y Alicia Spidel (2005). “Psychopathy in Women: A Review of Its Clinical Usefulness for Assessing Risk for Aggression and Criminality”. Behavioral Sciences the Law, 23(6), pp. 779-802.

El artículo enfatiza que existe muy poco consenso sobre la utilidad clínica de las medidas de psicopatía de Hare para evaluar el riesgo de las mujeres de cometer delitos y violencia en el futuro.

Steve K. Sutton, Jennifer E. Vitale y Joseph P. Newman (2002). “Emotion Among Women with Psychopathy During Picture Perception”. Journal of Abnormal Psychology, 111(4), pp. 610-619.

El artículo examina las reacciones emocionales en mujeres con psicopatía en un paradigma de imágenes mixtas mediante medidas psicofisiológicas.


Fuente: Elaboración propia.


Con pocas excepciones, estudios han demostrado que hay más psicópatas hombres que mujeres (Hart et al., 1995). Que las mujeres puntúen más bajo en el pcl-r que los hombres ha sido un hallazgo constante en las poblaciones penitenciarias, así como en el campo más amplio de la psiquiatría forense (Jackson et al., 2002). Forouzan y Cooke afirman que existen diferencias entre los sexos con respecto a la psicopatía. Sugieren cuatro puntos clave en la forma en que se manifiestan estas diferencias: 1) comportamiento, 2) características interpersonales, 3) mecanismos psicológicos subyacentes y 4) diferentes normas sociales para hombres y mujeres.

Además, afirman que el comportamiento observado en los sexos difiere tanto con respecto a la manifestación del comportamiento psicopático como en la expresión de las características interpersonales. Los estudios muestran que la psicopatía en mujeres suele manifestarse de forma distinta que en hombres. Mientras que en ellos se presenta frecuentemente con comportamientos violentos y dominantes, en ellas los rasgos psicopáticos pueden aparecer como manipulación emocional, mentiras compulsivas o conductas antisociales (Forouzan y Cooke, 2005).

De acuerdo con algunos investigadores, las mujeres psicópatas pueden ser menos propensas a cometer delitos violentos, pero podrían estar más involucradas en delitos que conlleven la manipulación, como el fraude o el abuso emocional (Salekin et al., 2010). Esto tiene importantes implicaciones para la forma en que las mujeres son juzgadas y tratadas en el sistema de justicia. Esta diferencia ha llevado a cuestionar la eficacia de la pcl-r en mujeres, ya que fue diseñado principalmente en muestras masculinas (Salekin et al., 1997). Por lo tanto, el uso de estas herramientas sin adaptación puede dar lugar a evaluaciones erróneas o decisiones judiciales desproporcionadas.

El desarrollo de rasgos psicopáticos en mujeres puede estar influido por una combinación de factores genéticos, neurobiológicos, ambientales y sociales. Las experiencias traumáticas durante la infancia, como el abuso físico o sexual, son altamente correlacionadas con la aparición de rasgos psicopáticos (Farrington, 2003). Además, el entorno familiar y social juega un papel crucial. Una crianza en entornos disfuncionales, donde la violencia y el abuso son comunes, puede contribuir al desarrollo de conductas antisociales.

En este sentido, investigaciones han demostrado que las mujeres en prisión a menudo tienen antecedentes de problemas mentales, abuso de sustancias y victimización, lo que complica aún más la identificación de la psicopatía como un trastorno aislado (Moreira et al., 2014). La intersección de estos factores puede llevar a un ciclo perpetuo de violencia y comportamiento delictivo, lo que requiere un abordaje multidisciplinario para su comprensión.

Un fuerte énfasis en la psicopatología individual ha informado gran parte del debate sobre la delincuencia femenina, aunque investigaciones más recientes se han centrado en su entorno social e influencias. “Las mujeres cometen todo tipo de delitos, aunque en una medida mucho menor que los hombres, particularmente con respecto a los delitos violentos” (Heidensohn, 1991, p.50).

La evaluación de la psicopatía en mujeres en prisión es un campo crítico que requiere atención inmediata. La falta de un enfoque de género relevante puede llevar a un etiquetamiento dañino y a desigualdades dentro del sistema de justicia y sistema penitenciario. Es imperativo que se reconsideren las herramientas de evaluación y que se implementen políticas que reconozcan las especificidades de las experiencias de las mujeres en el sistema punitivo.


IV. Reflexión final


A partir del análisis realizado, se concluye que la psicopatía se ha evaluado principalmente a través de herramientas diseñadas para poblaciones masculinas. Uno de los instrumentos más utilizados es la Hare Psychopathy Checklist-Revised (pcl-r), que ha sido creada y ajustada en grandes grupos de hombres. Este método tiene un error importante al desatender las diferencias entre géneros cuando muestran y expresan la psicopatía. Las mujeres pueden presentar rasgos psicopáticos de maneras distintas, que no son captados adecuadamente por las herramientas convencionales.

Asimismo, el etiquetamiento asociado con la evaluación de la psicopatía introduce otro nivel de complejidad cuando las mujeres son clasificadas como psicópatas; esto genera estigmas que pueden tener efectos duraderos en la vida de la persona. Las mujeres pueden enfrentar rechazo y aislamiento tanto dentro de la prisión como en la sociedad después de su liberación. Además, este etiquetamiento puede resultar en una menor disponibilidad de programas o elementos terapéuticos adecuados.

Es importante señalar que los sistemas penitenciarios, al percibir a ciertas mujeres como psicópatas debido a su etiqueta, pueden optar por relegarlas a programas que no abordan sus necesidades específicas. La consecuencia podría ser un ciclo de criminalización por parte del sistema; esto crea una brecha en la comprensión de las causas subyacentes del delito femenino, que frecuentemente se relacionan con traumas, abuso y redes de violencia doméstica.

Por último, resulta esencial proporcionar capacitación específica a los profesionales del ámbito judicial, que les permita comprender las particularidades de la criminalidad femenina y adoptar enfoques de intervención más eficaces. Con esto, no solo se optimiza la calidad del apoyo que se brinda a las mujeres encarceladas, sino que, además, se facilita su reintegración social. Al hacerlo, no solo se mejora la calidad de la atención que reciben las mujeres en prisión, sino que también se contribuye a la reinserción.


V. Referencias


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1 El concepto de desregulación emocional (re) se define a menudo como el proceso que implica la monitorización, la evaluación y la gestión de las experiencias y expresiones de las emociones (Kring y Sloan, 2009). “Una razón la investigación de re en la psicopatía es la fuerte dependencia de los investigadores de la conceptualización de la psicopatía de Cleckleys (1941/1988) y sus criterios que incluyen ‘ausencia de nerviosismo o manifestaciones psiconeuróticas’ y ‘pobreza general en las reacciones afectivas principales’. Estos criterios a menudo se interpretan como que sugieren que los individuos psicopáticos están relativamente desprovistos de emoción. Sin embargo, revisiones y metaanálisis recientes han demostrado que la suposición de que la psicopatía se caracteriza por una ausencia completa de experiencia emocional no está corroborada por la evidencia empírica. Si la psicopatía no implica fundamentalmente una ausencia de emociones, es posible que las alteraciones en el re estén vinculadas a la expresión de rasgos psicopáticos” (Garofalo et al., 2020, p. 1).