Implicaciones culturales en la salud mental y la psicopatía
Cultural Implications in Mental Health and Psychopathy
| Michelle Itayetzi Torres Sixto |
Licenciada en Psicología, miembro del Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Correo electrónico: sludis2000@gmail.com
Implicaciones culturales en la salud mental y la psicopatía
Cultural Implications in Mental Health and Psychopathy
Michelle Itayetzi Torres Sixto
Universidad Nacional Autónoma de México
Revista Mexicana de Ciencias Penales / Número 27 / Año 9 septiembre-diciembre 2025
Paginación de la versión impresa: 59-72
Psicopatía: biología y cultura
Recepción: 20/05/2025
Aceptación: 20/08/2025
DOI: https://doi.org/10.57042/rmcp.v9i27.941
e-ISSN: 2954-4963
Esta obra está bajo una licencia internacional Creative Commons Atribución 4.0.
Resumen
La salud mental es fundamental para el bienestar y está determinada por factores biológicos, sociales y culturales. En México, su atención se ve limitada por estigmatización y desigualdad. Este artículo resalta la importancia de analizar cómo la cultura influye en el diagnóstico y tratamiento de los trastornos mentales, particularmente en sociedades colectivistas, donde los valores grupales pueden enmascarar síntomas. En el caso de la psicopatía, aunque tiene bases neurobiológicas, su expresión varía: en culturas individualistas se manifiesta como manipulación, mientras que en las colectivistas se vincula a jerarquías y violencia. Comprender estas diferencias es crucial para generar políticas públicas culturalmente sensibles.
Palabras clave
Salud mental, psicopatía, cultura, individualismo, colectivismo.
Abstract
Mental health is fundamental to well-being and is determined by biological, social and cultural factors. In Mexico, their attention is limited by stigma and inequality. This article highlights the importance of analyzing how culture influences the diagnosis and treatment of mental disorders, particularly in collectivist societies where group values can mask symptoms. In the case of psychopathy, although it has neurobiological bases, its expression varies: in individualistic cultures it manifests as manipulation, while in collectivists it is linked to hierarchies and violence. Understanding these differences is crucial to generating culturally sensitive public policies.
Keywords
Mental health, psychopaty, culture, individualism, collectivism.
Sumario
I. Introducción. II. Salud mental y cultura. III. Psicopatía y cultura. IV. Conclusión. V. Referencias.
I. Introducción
La salud mental es de suma importancia en la vida de todo ser humano. La oms (2013, p. 7) la define como un estado de bienestar en el cual el individuo es consciente de sus propias capacidades, puede afrontar las tensiones normales de la vida, puede trabajar de forma productiva y fructífera y es capaz de contribuir a su comunidad.
Un trastorno mental se entiende como “una alteración clínicamente significativa de la cognición”, la regulación emocional o el “comportamiento de un individuo”
(oms, 2022). En un estudio realizado por Elena Medina-Mora et al. (2023), en el que se utilizaron datos del Global Burden of Disease, se encontró que en el 2019 se estimaba que alrededor de 15.7 millones de personas en México padecían algún trastorno mental; en 2021 esta cifra incrementó a 18.1 millones de personas.
En México, la situación de la salud mental es preocupante, pero su atención es limitada debido a diversos factores: “Los estigmas sociales, la discriminación, masculinidad, la falta de políticas públicas”, falta de políticas preventivas, la desigualdad social y los costos elevados (Pérez y Ortiz, 2022, p. 6).
La salud mental no puede analizarse de manera aislada de los determinantes sociales. Factores como el desempleo, la pobreza, la violencia estructural y la marginación social son elementos que incrementan la vulnerabilidad a padecer trastornos mentales en países como México (ops, 2023).
La estigmatización de las enfermedades mentales en distintas culturas ocasiona una barrera importante para su atención, debido a que retrasa el diagnóstico y la búsqueda de tratamiento (Pérez y Ortiz, 2022).
Algunos estudios revelan que el estigma de la salud mental se presenta de forma diferente en distintas culturas y puede verse influido por creencias, actitudes y valores culturales.
La cultura es importante para los seres humanos, debido a que influye en el desarrollo sociocultural de sus integrantes y también en cómo se relacionan con personas externas a su comunidad. Existen diversas definiciones de la cultura, Harry Triandis “la define como un sistema de significados compartido por quienes hablan” la misma lengua, viven en el “mismo periodo histórico y habitan” la misma región “geográficamente delimitada” (citado en Díaz-Loving et al., 2018, p. 14). Por otra parte, Geert Hofstede (2011) refiere que la cultura es la programación colectiva de pensamientos, sentimientos y acciones que distingue a los miembros de un grupo o categoría de otros.
Cada cultura tiene sus propias tradiciones y costumbres, las cuales se transmiten a sus miembros “a través de patrones de socialización”, enculturación y “aculturación” que “interactúan constantemente con las necesidades” biopsicológicas “del individuo” y el entorno del grupo para dar forma a “los esquemas de su realidad social”, es decir, la forma “en que los individuos perciben y construyen su auto-concepto”, la forma en que perciben a los demás (prototipos) y la forma en que los demás los perciben (estereotipos) (Díaz-Loving et al., 2018, pp. 14-15).
El individualismo-colectivismo es el constructo teórico y cultural más utilizado para explicar y predecir las diferencias culturales (Hofstede, 2011; Oyserman et al., 2002). Esta teoría define la forma en que las personas de una cultura mantienen relaciones sociales dentro de los grupos, incluido el comportamiento social; se ha sugerido que es útil para comparar los valores humanos y centrarse en uno mismo en lugar de en los demás.
Las culturas consideradas como individualistas son aquellas en las que se toman en cuenta “los atributos individuales (e.g., las habilidades o el carácter de una persona)” más que “los atributos grupales” (por ejemplo, su familia biológica u otro grupo de pertenencia); “se da prioridad a los objetivos propios sobre los del grupo”; el comportamiento está más determinado “por las propias actitudes y creencias que por las normas sociales” (Díaz-Loving et al., 2018, p. 16). Ejemplos de países con estas culturas son Estados Unidos y Reino Unido. Por otro lado, en las culturas colectivistas, los individuos se consideran parte de un grupo (por ejemplo, familia, país, Estado, escuela) “en lugar de resaltar las características que los hacen” únicos, “diferentes e independientes de los demás. En estas culturas, los individuos otorgan más importancia a las metas de su propio grupo”, sin tomar en cuenta sus propios objetivos. La forma en la que se comportan está “determinada por normas grupales”: tienden a tener “relaciones sociales que no les son del todo beneficiosas” para ellos mismos, pero lo hacen para “no afectar la estructura social de su comunidad y conservar los vínculos sociales con los demás” (Díaz-Loving et al., 2018, p. 16). Entre las culturas colectivistas encontramos países como México, Japón, China y otros países de América Latina.
Dentro del individualismo y el colectivismo se encuentran subtipos, estos se dividen en individualismo horizontal, individualismo vertical, colectivismo horizontal y colectivismo vertical. “En el individualismo horizontal las personas se perciben a sí mismas como” independientes y “únicas, pero sin diferencias de estatus con los demás integrantes de su comunidad, actuando entonces de acuerdo a sus propios lineamientos y valores personales” (Díaz-Loving et al., 2018, p. 17). Mientras que, en el individualismo vertical, las personas actúan de acuerdo con sus propias reglas y pretenden ser las “mejores de su grupo o comunidad”, se valora la competitividad y la competencia es vista como algo “natural de las interacciones sociales, generándose jerarquías sociales que se perciben como deseables y respetadas” (Díaz-Loving et al., 2018, p. 17).
“En el colectivismo horizontal las personas se vuelven uno con su grupo o comunidad”; son muy dependientes y se perciben a sí mismas como similares. La igualdad social es primordial. Por otro lado, en el colectivismo vertical “las personas se reconocen como parte de un grupo pero reconocen también diferencias de estatus” entre los miembros del grupo, “que deben ser valoradas y respetadas”. Dado que el grupo es la prioridad, los individuos se someten a las personas en los niveles más altos de la jerarquía y están dispuestos a sacrificarse por su grupo o comunidad (Díaz-Loving et al., 2018, p. 17).
II. Salud mental y cultura
Se ha observado que todos los trastornos mentales varían de acuerdo con la cultura. Arthur Kleinman (1996) indicó que incluso un trastorno común, como la esquizofrenia, muestra una variación intercultural tanto en la presentación como en la prevalencia.
El diagnóstico y tratamiento de los trastornos mentales varían según el contexto cultural. Un estudio clásico de Jane Murphy (1976) examinó la percepción de la psicopatología en diferentes comunidades, incluyendo los yorubas de la Nigeria rural y los inuit del noroeste de Alaska. Se observó que estas comunidades podían diferenciar entre la esquizofrenia y la psicopatía. En las sociedades pequeñas y cohesionadas, quienes padecían esquizofrenia eran integrados y manejados dentro de la comunidad. Sin embargo, en el caso de los inuit, la estrategia para tratar a los individuos con características asociadas al concepto de kunlangeta (personas que repetidamente violaban normas sociales sin mostrar remordimiento) era más radical: a veces se les llevaba a cazar y, en un acto deliberado, se les empujaba fuera del hielo cuando nadie los veía.
III. Psicopatía y cultura
La psicopatía es considerada un trastorno de personalidad que comprende características interpersonales, afectivas y de comportamiento, entre las que destacan el engaño, manipulación, falta de empatía, de remordimiento y de culpa, pobre control de impulsos, crueldad, insensibilidad, desinhibición, impulsividad e irresponsabilidad (Hart y Hare, 1996).
Aunque la psicopatía puede tener una base biológica, también depende de factores sociales y culturales. De acuerdo con algunas investigaciones (Cooke, 1999), la enculturación (proceso por el cual un individuo incorpora, conoce, aprende y pone en práctica las normas, creencias, tradiciones y costumbres de una cultura) y la socialización desempeñan un papel importante en la prevalencia y expresión de la psicopatía, ya que los procesos de transmisión cultural son paralelos a los procesos de transmisión biológica; todos actúan para determinar qué características de una población se mantienen a lo largo del tiempo y a través de generaciones.
Se ha considerado que el individualismo es un importante factor de socialización para el tema que nos concierne, ya que fomenta la expresión de la psicopatía en culturas particulares. En sociedades individualistas, se crea competencia y una tendencia al egoísmo y a relaciones interpersonales superficiales. Se cree que estas sociedades fomentan comportamientos engañosos, manipuladores y parasitarios (Cooke, 1998 y 1999).
Por otra parte, las culturas colectivistas promueven la armonía social, la responsabilidad hacia los demás y el respeto a la autoridad. Las relaciones familiares e interpersonales estables se consideran más importantes.
En las sociedades colectivistas, como la mexicana, la familia y las redes de apoyo social influyen en la percepción, el manejo y el tratamiento de los trastornos mentales. No obstante, mientras proporcionan contención emocional y recursos materiales, también pueden reforzar estigmas y normas culturales que obstaculizan el acceso a la atención profesional (Kirmayer et al., 2011). Las creencias familiares sobre la salud mental, influidas por valores culturales como el respeto a la autoridad, la honra familiar y el temor al rechazo social, pueden llevar a minimizar, ocultar o resignificar los síntomas, lo cual retrasa el diagnóstico oportuno y la adherencia al tratamiento.
Los psicópatas se encuentran en todas las sociedades, independientemente de su nivel de desarrollo económico, sin embargo, la prevalencia del trastorno muestra marcadas variaciones interculturales (Ostrosky, 2011).
El origen de la psicopatía se deriva de la interacción de variables tanto biológicas como ambientales; las primeras permiten identificar el riesgo biológico de desarrollarla, mientras que las ambientales se han propuesto como detonantes para el desarrollo de este trastorno (Ostrosky, 2011, 2023; Shou et al. 2021; Luján et al., 2023).
Algunos factores sociales que influyen en la presencia de la psicopatía son: exposición a maltrato o negligencia infantil, violencia familiar, conducta antisocial o vivienda localizada en comunidades de bajo nivel socioeconómico, ya que sus integrantes se exponen a violencia comunitaria (armas, drogas, asaltos, etc.) (Farrington et al., 2010; Luján et al., 2023).
Ostrosky (2023) analizó la relación entre rasgos psicopáticos, dimensiones culturales (individualismo/colectivismo) y violencia de género en una muestra de 127 internos mexicanos de alta peligrosidad comparados con un grupo control de 226 participantes, ambos de sexo masculino. Se aplicaron diversos instrumentos para medir psicopatía, sexismo, autoestima, trauma, individualismo y colectivismo, cosificación de la mujer y humanismo. Al comparar los puntajes de ambos grupos, encontró que la presencia de rasgos psicopáticos se asocia con mayores puntajes en sexismo hostil, cosificación y sadismo sexuales. Asimismo, identificó que el grupo control mostró mayor apego al colectivismo horizontal, el cual se correlacionó negativamente con rasgos de psicopatía.
IV. Conclusión
La psicopatía, entendida desde una perspectiva integral de salud mental y cultura, es el resultado de una compleja interacción entre factores biológicos, sociales y culturales. Los estudios revelan que su expresión varía significativamente entre culturas: en sociedades individualistas, se asocia a conductas manipuladoras en contextos de poder, mientras que, en culturas colectivistas como la mexicana, se vincula a violencia y mantenimiento de jerarquías sociales. Lo anterior subraya la necesidad de abordar la psicopatía no solo como un trastorno individual, sino también como un fenómeno con profundas implicaciones sociales, donde la falta de empatía y el comportamiento antisocial pueden generar ciclos de violencia y exclusión, lo que exacerba problemas de salud mental en la población.
Es importante desarrollar estrategias de intervención que se adapten a la cultura y que incluyan:
Además, la psicopatía representa un desafío único para la salud mental pública, ya que su comorbilidad con otros trastornos (como depresión o abuso de sustancias) a menudo pasa desapercibida en entornos donde prima el estigma. La creación de políticas públicas debe priorizar la formación de profesionales de la salud, educación y justicia en temas de salud mental con enfoque cultural, así como campañas que ayuden a eliminar el estigma hacia los trastornos de salud mental. La integración de este rubro en la atención primaria, con servicios accesibles y adecuados a las realidades socioculturales de cada región permitirá avanzar hacia un modelo de atención más inclusivo, equitativo y efectivo (Secretaría de Salud, 2023; ops, 2022).
V. Referencias
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